No necesitamos la memoria ni la toma de decisiones para aprender hábitos. Con el tiempo, la repetición de las acciones se programa en una región más primitiva del cerebro. Se parece más a las funciones automáticas (como respirar) que a las funciones racionales.
Cuando hacemos una tarea por primera vez, nuestros cerebros están llenos de actividad. Memorizando señales e intentado decidir cómo responder a ellas.
Los psicólogos afirman que los hábitos se generan en una serie sencilla que denominan el bucle del hábito: señal, rutina y recompensa:
El bucle del hábito es la forma que tiene nuestro cerebro de ahorrar energía. Programa acciones diarias en respuestas automáticas. Eso significa que, muchas de nuestras elecciones diarias (cuándo consultamos el teléfono, con qué frecuencia comemos) no constituyen, en absoluto, ninguna elección.
Cuando generamos hábitos, dejan de ser opciones reales. De modo que cambiarlas requiere un esfuerzo adicional.
Se dice que la única forma de cambiar los hábitos es sustituirlos. Así pues, si quiere dejar de hacer algo, lo mejor es que elijamos hacer otra cosa. Y si quiere añadir algo nuevo, habrá que decidir a qué renunciar para integrar el hábito en ese nuevo espacio en tu vida.
Los malos hábitos no se pueden eliminar, se deben sustituir.